Vivimos tiempos complejos, con problemáticas medioambientales multifactoriales que requieren estrategias y soluciones igualmente elaboradas. Hoy te contamos sobre la contaminación en los oceános de la industria pesquera y el llamado biofouling, y cómo en conjunto están amenzando el balance de nuestros ecosistemas.
Plásticos en los océanos: la industria pesquera
La mayoría hemos escuchado hablar sobre la infame Gran Isla de Plástico en el Océano Pacífico, en donde actualmente unas 80.000 toneladas métricas de desechos plásticos, flotan a la deriva del clima y las corrientes marinas. Un detalle menos conocido es que nada menos que el 46% de esa basura ¡proviene de la industria pesquera!
Parte importante de la basura que hay en los océanos proviene de la pesca, ya que todo tipo de elementos propios de esta industria como redes, trampas, cuerdas, boyas, flotadores y otros son constantemente perdidos, abandonados o tirados al mar. La WWF reporta que entre 500.000 y 1 millón de toneladas de equipo de pesca va quedando en los océanos cada año y se estima que estos residuos constituyen el 70% de los macroplásticos (trozos de más de 20 cm) que se encuentran en el mar.
La mayor parte de estos desechos no son visibles desde la superficie, ya que se encuentran suspendidos dentro de las aguas a diferentes niveles de profundidad. Este tipo de basura, también conocido como “equipo de pesca fantasma”, se considera una de las formas más letales de contaminación plástica marina: al tratarse de equipo diseñado para atrapar peces y otras especies, no es de extrañar que al ser abandonado continúe ejerciendo esta función sin ningún tipo de control, generando gravísimos estragos en la flora y fauna acuática y en el fondo marino.
Otro de los graves efectos de la contaminación de la industria pesquera tiene que ver con la invasión de especies exóticas en los diferentes ecosistemas marinos. ¿Cómo ocure esto? Te lo explicamos a continuación.
Las boyas pesqueras y el biofouling
Muchas de las especies acuáticas necesitan de una superficie dura para fijarse y poder cumplir sus ciclos de vida, por lo que cada superficie disponible en el medio marino es disputada por numerosas y variadas especies de microorganismos, algas, plantas y animales pequeños: por ejemplo, las algas y moluscos que podemos ver adheridos a las rocas cuando vamos a la playa.
Cuando estas comunidades se establecen sobre superficies de origen humano como muelles, barcos, boyas, y equipamiento marino para la navegación y la pesca, se consideran indeseables y se le conoce como biofouling o “bioincrustación”.
Las industrias marinas conocen muy bien este fenómeno ya que la mantención periódica de las estructuras y equipamiento marítimo puede llegar a ser muy costoso. Sin embargo, esto no es sólo un problema económico: cuando conjugamos la contaminación de la industria pesquera con el biofouling, nos encontramos con un problema medioambiental más amplio y que nos concierne a todos.
De los muchos elementos pesqueros que contaminan los océanos, las boyas de pesca ofrecen una superficie ideal para el bioinscrustamiento. Al ser objetos flotantes que se encuentran a la deriva sin ningún tipo de seguimiento y/o control, se transforman el medio perfecto para que las especies adheridas a ellas se trasladen por kilómetros y kilómetros pudiendo llegar a zonas geográficas diversas y ajenas a su hábitat natural. Posteriormente, y si las condiciones son favorables, pueden convertirse en especies invasoras, alterando la biodiversidad marina local.
Esto nos recuerda que la contaminación plástica en los océanos (y en todo el planeta) va mucho allá de un problema estético, y está alterando e impactando a los ecosistemas naturales a veces de formas imperceptibles a simple vista.
Prevenir la pérdidas y recuperar lo perdido
De acuerdo a la WWF, el trabajo requerido para reducir la contaminación de la industria de la pesca debe ser interdisciplinario y enfocado en tres niveles: la prevención de la pérdida de equipo pesquero, el desarrollo de estrategias de mitigación para los casos en que de forma inevitable efectivamente haya pérdidas de equipo (por ejemplo el uso de materiales biodegradables), y por supuesto, la recolección y recuperación de la mayor cantidad posible del equipo pesquero que ya se encuentra en los océanos.
Si bien actualmente no existe un tratado a nivel mundial para combatir la contaminación por plásticos ni aquella que proviene de la industria de la pesca, todos podemos aportar con iniciativas para evitar la contaminación de los océanos, y existen ejemplos de acciones concretas que se están haciendo alrededor del mundo a través de colaboración entre diferentes organizaciones y comunidades locales.
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